Lucio Sanz “Un Ángel”
Una entrevista con el artista visionario
La escritora Mar Piris se reúne con Lucio Sanz —ahora conocido artísticamente como Ángel Lucio Sanz— en su impresionante casa de Muro, una vivienda centenaria que ha transformado en una galería viviente. Paredes, patios y rincones escondidos albergan obras que abarcan toda su trayectoria creativa, incluyendo su última exposición, Universo. En este entorno íntimo, rodeado de imponentes alas, ecos ancestrales y la serena magia de Mallorca, Lucio abrió sus puertas y compartió su historia.

Por Mar Piris
21/11/25
Lucio Sanz, ese sueño dorado ¿Cómo Mallorca te eligió?
Primero, gracias por estar aquí, Mar. Tu energía es bonita, como esta isla. Y gracias a Dios, porque siento que poco a poco estoy cumpliendo el camino que Él me ha trazado.
Mi relación con Mallorca comenzó mucho antes de pisarla. Tenía nueve años cuando soñé con una isla luminosa, cubierta de trigo dorado, rodeada de montañas suaves y niños que irradiaban paz. Me llevaron a una mujer que me habló del futuro. Años después, mi madre me diría que el trigo en sueños simboliza abundancia. Ese sueño nunca se borró.
Pasó el tiempo. Me formé, trabajé, y a los 25 años, gracias a una oportunidad única desde la Embajada de Panamá en Lima, fui enviado a España como joven promesa del diseño. Llegué a Madrid, y allí, por primera vez, escuché hablar de Mallorca. Algo se encendió en mí. Decidí venir.
El avión hizo una maniobra extraña, como si el destino quisiera subrayar el momento. Miré por la ventanilla y vi esas aguas turquesa, esa vegetación intensa... Mallorca me abrazó. Me hipnotizó. Sentí que aquí debía quedarme, crear... incluso morir.
Cuando recorrí el casco antiguo, la catedral, los paisajes, fue como si la isla me revelara su alma. Y al mismo tiempo, despertó la mía. Dejé la hostelería, estudié diseño de interiores, conseguí trabajo enseguida. Pero algo dentro de mí decía que ese no era mi verdadero camino.
Mientras trabajaba como diseñador, empecé a crear piezas artísticas sin saber que lo eran: pinturas y esculturas. Todo surgía como por intuición. Era como si Dios y el universo ya supieran lo que yo aún ignoraba: que el arte era mi destino.
Hoy, cuando veo lo que he creado, cuando tú, Mar, estás aquí entrevistándome para una revista cultural de esta misma isla con la que soñé de niño... solo puedo decir: así obra Dios. Así habla el alma de Mallorca. Así se manifiesta el universo.
¿Cuáles son tus Raíces? y ¿Qué relación tienen con tu obra?
Soy de Lima, Perú. Nací en una familia hermosa, profundamente religiosa. Pero fue al llegar a Mallorca cuando empecé a conocer —y sobre todo a amar— mi cultura. Amigos españoles me hablaban de Perú, de sus maravillas, y me di cuenta de cuánto desconocía. Así comenzó mi búsqueda.
Aprendí a valorar su historia, sus tejidos, su arquitectura ancestral. Curiosamente, aprendí a amar Perú desde la distancia.
En 2024 realicé Viru, una exposición que comenzó de forma íntima, pensada solo para mi garaje y mi patio. Pero todo se desbordó: la gente llenó mi casa entera, desde el salón hasta la cocina. La respuesta fue abrumadora. Viru es el antiguo nombre de Perú. Significa “río grande” en quechua. Fue Pizarro quien, al llegar, lo rebautizó. La P de Pizarro, la E de España. Así nació “Perú”.
Después de Viru, creé Sipan, una continuación natural. Me inspiré en el Señor de Sipán, considerado el Tutankamón latinoamericano. Su tumba, descubierta tras un intento de saqueo, reveló más de 3.000 piezas de oro, cerámicas y textiles. Fue un hallazgo que cambió la historia arqueológica del continente.
En mi obra también están presentes los huacos, cerámicas incaicas con rostros personalizados. Eran objetos sagrados: en ellos se servía la chicha, una bebida fermentada de maíz y chancaca. Imagino a los incas en sus montañas, celebrando la vida con estas piezas únicas.
Yo trabajo desde lo ancestral, pero pienso en grande. Mis esculturas son colosales. Necesito espacios amplios, como mi patio... o tal vez la casa de al lado. Porque cuando creo, no me pongo límites. La gente empieza a ver mis piezas y decir: esto es un Lucio. Y eso, para mí, lo es todo.
Encuentro en la galería de Lucio Sanz. Lucio, estamos aquí en tu galería, rodeados de tus obras y esos detalles que reflejan tu origen...
Estamos en mi galería House Todo y Nada, en Muro, Mallorca, en un espacio donde mi arte se fusiona con la arquitectura original de la casa. Aquí presento mi exposición Viru, nombre quechua que significa “río grande” y que era el nombre original de Perú antes de que los españoles lo renombraran. Esta exposición habla de mi tierra y de la historia, pero también del amor, que para mí fue la verdadera conquista.
Una de mis piezas favoritas es La Conquista, donde represento a una princesa inca que se enamora de Pizarro. La cubrí de oro para simbolizar esa unión y la riqueza cultural que sobrevivió a la historia oficial. Soy un romántico y creo que el amor debe estar presente en todo, especialmente en el arte.
Durante la pandemia, experimenté con técnicas que implicaban romper y reutilizar materiales como ropa vieja o cartones. Eso me permitió darle un nuevo nivel a mi trabajo, mezclando creatividad con sostenibilidad. A la gente le gusta mucho porque siento que es una expresión auténtica.
Lucio Sanz, ¿Por qué tu alias es Ángel y algunas de tus obras son ángeles?
Cuando compré esta casa, mientras la arreglaba con ayuda de un chico, noté que me miraba con una ternura especial. Conocía apenas un poco de mi historia, pero parecía ver más allá. Un día, una señora tocó la puerta buscando a la antigua dueña. Él le respondió: “Aquí ya no vive esa señora, aquí vive un ángel”. Yo escuchaba desde el patio. Ella insistió: “¿No vivía aquí una tal María?”. Y él, con total seguridad: “No, señora, aquí vive un ángel”. Luego me señaló: “Aquí está el ángel”.
Le respondí en broma: “Rafa, la exposición se llama Ángel, pero yo no me llamo así”. Y sin embargo, la escena se repitió. En el ayuntamiento, la secretaria del alcalde me llamó Ángel. Gente que apenas me conoce, también. Es un nombre que no me pertenece... o no me pertenecía.
Lo curioso es que, aunque no me llamo Ángel, creo en ellos, los adoro, incluso hice una exposición con ese nombre. Y ahora, sin haberlo buscado, la vida me lo regala una y otra vez.
Todo fluye por algo. Mar, me lo confirmas sin saberlo: “Estás bautizado”, me dices. Y así será. He decidido adoptarlo como nombre artístico: Ángel Lucio Sanz. Ángel, porque así me ven. Lucio, porque es mi esencia. Sanz, por mi familia, y porque me recuerda al gran Alejandro Sanz, a quien admiro.
Una entrevista con el artista visionario
La escritora Mar Piris se reúne con Lucio Sanz —ahora conocido artísticamente como Ángel Lucio Sanz— en su impresionante casa de Muro, una vivienda centenaria que ha transformado en una galería viviente. Paredes, patios y rincones escondidos albergan obras que abarcan toda su trayectoria creativa, incluyendo su última exposición, Universo. En este entorno íntimo, rodeado de imponentes alas, ecos ancestrales y la serena magia de Mallorca, Lucio abrió sus puertas y compartió su historia.
Encuentro en la galería de Lucio Sanz. Lucio, estamos aquí en tu galería, rodeados de tus obras y esos detalles que reflejan tu origen...
Estamos en mi galería House Todo y Nada, en Muro, Mallorca, en un espacio donde mi arte se fusiona con la arquitectura original de la casa. Aquí presento mi exposición Viru, nombre quechua que significa “río grande” y que era el nombre original de Perú antes de que los españoles lo renombraran. Esta exposición habla de mi tierra y de la historia, pero también del amor, que para mí fue la verdadera conquista.
Una de mis piezas favoritas es La Conquista, donde represento a una princesa inca que se enamora de Pizarro. La cubrí de oro para simbolizar esa unión y la riqueza cultural que sobrevivió a la historia oficial. Soy un romántico y creo que el amor debe estar presente en todo, especialmente en el arte.
Durante la pandemia, experimenté con técnicas que implicaban romper y reutilizar materiales como ropa vieja o cartones. Eso me permitió darle un nuevo nivel a mi trabajo, mezclando creatividad con sostenibilidad. A la gente le gusta mucho porque siento que es una expresión auténtica.
Lucio Sanz, ¿Por qué tu alias es Ángel y algunas de tus obras son ángeles?
Cuando compré esta casa, mientras la arreglaba con ayuda de un chico, noté que me miraba con una ternura especial. Conocía apenas un poco de mi historia, pero parecía ver más allá. Un día, una señora tocó la puerta buscando a la antigua dueña. Él le respondió: “Aquí ya no vive esa señora, aquí vive un ángel”. Yo escuchaba desde el patio. Ella insistió: “¿No vivía aquí una tal María?”. Y él, con total seguridad: “No, señora, aquí vive un ángel”. Luego me señaló: “Aquí está el ángel”.
Le respondí en broma: “Rafa, la exposición se llama Ángel, pero yo no me llamo así”. Y sin embargo, la escena se repitió. En el ayuntamiento, la secretaria del alcalde me llamó Ángel. Gente que apenas me conoce, también. Es un nombre que no me pertenece... o no me pertenecía.
Lo curioso es que, aunque no me llamo Ángel, creo en ellos, los adoro, incluso hice una exposición con ese nombre. Y ahora, sin haberlo buscado, la vida me lo regala una y otra vez.
Todo fluye por algo. Mar, me lo confirmas sin saberlo: “Estás bautizado”, me dices. Y así será. He decidido adoptarlo como nombre artístico: Ángel Lucio Sanz. Ángel, porque así me ven. Lucio, porque es mi esencia. Sanz, por mi familia, y porque me recuerda al gran Alejandro Sanz, a quien admiro.
Lucio Sanz, “Universo” tu última exposición este 2025
Universo es un agradecimiento. A Dios, primero. A la vida, a mis padres, a esta isla mágica que me ha dado tanto. Es mi ofrenda al Creador por esta obra colosal que es el mundo: las playas, los bosques, las amistades verdaderas, las sonrisas que curan.
Esta exposición no ha sido fácil. He trabajado siempre con intensidad, pero para Universo el esfuerzo ha sido aún mayor. Las pruebas fueron duras, incluso dolorosas. Pero todo se alineó. Hoy puedo caminar por esta casa —que también es parte de la obra— y mostrar cada rincón con respeto y gratitud. Yo no soy más que su guardián. Ella habla. Ella invita.
La sorpresa es la obra “María”. Me inspiré en los momentos emocionales de la vida de Jesús, la biblia y mi vida cotidiana. Así que al empezar a crear la obra se fue desmoronando por un efecto sobre la materia ya que se incrustaba en la pared de marés y al ser una piedra arenisca la obra se fue transformando, mi hermana me sugirió que la llamara “María” y así quedó porque la belleza reside en la imperfección y sobretodo porque transmite mucha paz.
Universo es también una llamada: a vibrar más alto, a invocar lo luminoso, a conectar con ángeles —los visibles y los invisibles— que nos rodean si sabemos mirar. Yo no creo que este sea el fin del mundo. Al contrario: es el inicio de algo nuevo, más consciente, más amoroso. Si tratas al ser humano con ternura, con una sonrisa o un abrazo, todo cambia.
He creado un par de alas colosales, hechas a mano, pluma por pluma. Cada una cortada de telas recicladas: ropa antigua, cortinas, retazos donados por amigos. Las alas me han llevado un año. Y no solo son bellas. Son poderosas. Imponentes. Masculinas, dijeron algunas amigas cuando las vieron. No son alas de desfile. Son alas de vuelo. Alas para cruzar océanos.
Hay un salmo que me inspiró mucho durante este proceso: "Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro" (Salmo 91). Esa promesa bíblica, de refugio y fuerza, es el corazón de Universo. Porque el arte, como la fe, es un acto de esperanza.
Lucio Sanz, ¿Qué recuerdos tienes de la niñez?
“La mano que me salvó”
Hay un recuerdo de mi niñez que nunca me abandona. Era un niño muy travieso, curioso al extremo. Un día, siguiendo una travesura ajena, terminé corriendo como nunca, casi volando del miedo. Me adentré sin darme cuenta en una zona prohibida. De pronto, abrí los ojos y tenía frente a mí unos hierros enormes, a milímetros de mi cara. Estaba a punto de caer. De morir. Pero una mano me sostuvo. Una mano fuerte, firme. No sé de quién era ni cómo apareció, solo sé que me salvó.
Recuerdo el cielo del atardecer, la luna empezando a asomarse. Volví a casa pálido, y aunque soy moreno, ese día regresé blanco. No dije nada. Siempre pensé que si contaba lo que había pasado, me iban a regañar por travieso.
Nunca olvidé esa mano. Hasta hoy me pregunto de dónde vino. Pero siempre la sentí real. Como si el destino —o algo más grande— hubiera intervenido.
Conocer a Ángel Lucio Sanz es comprender que el arte no es algo que crea, sino algo que fluye a través de él. Su viaje desde la visión infantil de una isla de luz hasta los patios y muros de piedra de Muro se siente menos como casualidad y más como el destino desplegándose. Su obra tiende puentes entre continentes, culturas y mundos —terrenales y divinos— recordándonos que la belleza nace de la memoria, que la identidad es una forma de amor y que la emoción es el lenguaje más sagrado que poseemos. En sus manos, Mallorca se convierte en santuario y lienzo; Perú, en latido y herencia; y el arte, en oración. Ángel Lucio Sanz no se limita a esculpir alas; nos invita a encontrar las nuestras.
Lucio Sanz, “Universo” tu última exposición este 2025
Universo es un agradecimiento. A Dios, primero. A la vida, a mis padres, a esta isla mágica que me ha dado tanto. Es mi ofrenda al Creador por esta obra colosal que es el mundo: las playas, los bosques, las amistades verdaderas, las sonrisas que curan.
Esta exposición no ha sido fácil. He trabajado siempre con intensidad, pero para Universo el esfuerzo ha sido aún mayor. Las pruebas fueron duras, incluso dolorosas. Pero todo se alineó. Hoy puedo caminar por esta casa —que también es parte de la obra— y mostrar cada rincón con respeto y gratitud. Yo no soy más que su guardián. Ella habla. Ella invita.
La sorpresa es la obra “María”. Me inspiré en los momentos emocionales de la vida de Jesús, la biblia y mi vida cotidiana. Así que al empezar a crear la obra se fue desmoronando por un efecto sobre la materia ya que se incrustaba en la pared de marés y al ser una piedra arenisca la obra se fue transformando, mi hermana me sugirió que la llamara “María” y así quedó porque la belleza reside en la imperfección y sobretodo porque transmite mucha paz.
Universo es también una llamada: a vibrar más alto, a invocar lo luminoso, a conectar con ángeles —los visibles y los invisibles— que nos rodean si sabemos mirar. Yo no creo que este sea el fin del mundo. Al contrario: es el inicio de algo nuevo, más consciente, más amoroso. Si tratas al ser humano con ternura, con una sonrisa o un abrazo, todo cambia.
He creado un par de alas colosales, hechas a mano, pluma por pluma. Cada una cortada de telas recicladas: ropa antigua, cortinas, retazos donados por amigos. Las alas me han llevado un año. Y no solo son bellas. Son poderosas. Imponentes. Masculinas, dijeron algunas amigas cuando las vieron. No son alas de desfile. Son alas de vuelo. Alas para cruzar océanos.
Hay un salmo que me inspiró mucho durante este proceso: "Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro" (Salmo 91). Esa promesa bíblica, de refugio y fuerza, es el corazón de Universo. Porque el arte, como la fe, es un acto de esperanza.
Lucio Sanz, ¿Qué recuerdos tienes de la niñez?
“La mano que me salvó”
Hay un recuerdo de mi niñez que nunca me abandona. Era un niño muy travieso, curioso al extremo. Un día, siguiendo una travesura ajena, terminé corriendo como nunca, casi volando del miedo. Me adentré sin darme cuenta en una zona prohibida. De pronto, abrí los ojos y tenía frente a mí unos hierros enormes, a milímetros de mi cara. Estaba a punto de caer. De morir. Pero una mano me sostuvo. Una mano fuerte, firme. No sé de quién era ni cómo apareció, solo sé que me salvó.
Recuerdo el cielo del atardecer, la luna empezando a asomarse. Volví a casa pálido, y aunque soy moreno, ese día regresé blanco. No dije nada. Siempre pensé que si contaba lo que había pasado, me iban a regañar por travieso.
Nunca olvidé esa mano. Hasta hoy me pregunto de dónde vino. Pero siempre la sentí real. Como si el destino —o algo más grande— hubiera intervenido.
Conocer a Ángel Lucio Sanz es comprender que el arte no es algo que crea, sino algo que fluye a través de él. Su viaje desde la visión infantil de una isla de luz hasta los patios y muros de piedra de Muro se siente menos como casualidad y más como el destino desplegándose. Su obra tiende puentes entre continentes, culturas y mundos —terrenales y divinos— recordándonos que la belleza nace de la memoria, que la identidad es una forma de amor y que la emoción es el lenguaje más sagrado que poseemos. En sus manos, Mallorca se convierte en santuario y lienzo; Perú, en latido y herencia; y el arte, en oración. Ángel Lucio Sanz no se limita a esculpir alas; nos invita a encontrar las nuestras.












